jueves, 16 de noviembre de 2017

Surrealismo Mágico



SURREALISMO MÁGICO

Conocida es la sensación experimentada por muchas personas al viajar por primera vez a ciudades como Nueva York: la de tener la impresión de haber estado ya ahí y no albergar la sensación de sentirse como un completo forastero, sino la de encontrarse familiarizado con el entorno. Al reconocer las calles y edificios de una ciudad gracias a la gran pantalla, por haberlos visto representados en infinidad de películas.

Algo similar ocurre al pasear por Almería, y especialmente por las desérticas ramblas de Tabernas, pues, a poco que alguien haya visto unos cuantos westerns, el paisaje le resultará extremadamente familiar. Leone, Milius, Lester o Lean son una pequeña representación de la infinidad de directores que optaron por plantar su trípode en esta sureña localidad durante los sesenta y setenta, la denominada edad de oro en cuanto a la producción cinematográfica se refiere.

Historia esta ya narrada y documentada en numerosas ocasiones. Podríamos afirmar que se ha explorado suficientemente la incidencia del paisaje almeriense en las filmaciones de la época, pero que no lo ha sido tanto en el sentido inverso, en ilustrar la huella que el cine dejó en los habitantes de esa ciudad.

Si convenimos que el realismo mágico es la corriente literaria que se caracteriza por la inclusión de elementos fantásticos en la narración para enfatizar la realidad, de surrealismo mágico podríamos calificar el contenido del documental El bueno, la bomba y el malo de Carles Prats y Manel Mayol, presentado al público durante el Festival de Cine de Almería.

No se trata de una realidad aderezada con extraordinarios ingredientes, sino de realidades distorsionadas por fantasías concebidas como aparentes recuerdos, auténticas e irrefutables verdades que nunca han existido pero que anidan como tales en el sentir los personajes.

Por si ello fuera poco un avión nodriza KC-135 y un bombardero B-52, junto a unas cuantas bombas nucleares, trufan esa realidad con un fantasioso pero verídico hecho digno de un guión cinematográfico al uso, y que a punto estuvo de hacer desaparecer del mapa esta esquina de la península ibérica.

Por fortuna esto no ocurrió así, Fraga pudo protagonizar una de las más icónicas imágenes de nuestra reciente historia; y un puñado de años más tarde Carles Prats, con la maestría que le caracteriza, otorga voz y protagonismo a quienes otros sólo considerarían extras o figurantes pero jamás cabezas de cartel.




Antonio Jesús García

Publicado La voz de Almería (16-11-17)








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