jueves, 21 de noviembre de 2013

Dictaduras, Pelotas y Rock and Roll




DICTADURAS, PELOTAS Y ROCK AND ROLL

Suele ser habitual cierta connivencia entre regímenes dictatoriales y emblemáticos nombres de la cultura y el deporte. El sistema político no deja pasar la ocasión para transmitir una imagen de modernidad y cotidianidad tanto al mundo exterior como a sus propios conciudadanos mientras la estrella aprovecha para hacer caja.
Algo diferente fue la actuación en verano de 1965 de los Beatles en Madrid y Barcelona. Fruto de la mente del visionario empresario Francisco Bermúdez y de Brian Epstein, manager los chicos, enamorado del Cordobés y del aire exótico de una España más negra que gris; cuyo régimen en su infinita torpeza ni siquiera supo ver la posibilidad de aprovechar propagandisticamente el evento. Los cuatro de Liverpool ajenos a esas milongas y dedicados, como siempre tras una actuación, a la ardua y dura tarea de fornicar con sus fans, sufrieron un año más tarde las iras del régimen filipino de Marcos al no acceder a los actos propagandísticos programados por el dictador y su esposa.
Por ello resulta cuanto menos inquietante que una selección como la española, campeona de Europa y del Mundo, que despierta admiración tanto por su juego como por sus valores reconocidos con el Premio Príncipe de Asturias, haya accedido a jugar un partido amistoso en Guinea Ecuatorial, uno de los regímenes más crueles y sangrientos de la actualidad.
No es la primera vez que el fútbol mira hacia otro lado en situaciones similares. En 1966, la FIFA decidió otorgar la organización del mundial de 1978 a una Argentina sometida su enésima dictadura militar; y a España la organización del mundial de 1982, celebrado ya en democracia, cuyo colofón y puesta de largo de la modernidad patria fue la actuación en el Vicente Calderón de los Rolling Stones, grupo que se vanagloria de no actuar para dictaduras pero que accede a autocensurarse en una final de la Super Bowl.
Reseñar que sólo un jugador de la elite futbolística se negó, como protesta, a participar en la cita argentina, el holandés Johan Cruyff. Otro ejemplo en esa línea lo encontramos en Sudáfrica y la organización del mundial de rugby de 1995, cuando los springboks, la selección anfitriona, no encontraba rivales con los que realizar partidos de preparación ante la negativa del resto de combinados nacionales de jugar contra los representantes del apartheid. Capítulo aparte merece como ver como Mandela convirtió la ocasión en nexo de unión entre la población blanca y negra, narrado en la película Invictus.
Por ello no entiendo la necesidad ver al marqués de Del Bosque paseando su colesterol por el césped ecuatoriano.

Antonio Jesús García

Publicado La Voz de Almería 21-11-13





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